Dame un hijo, Señor, que sea lo bastante fuerte para saber cuando es débil, y lo bastante valiente para enfrentarse a sí mismo cuando tenga miedo; un hijo que sea orgulloso y altivo en la derrota honrada, y humilde y generoso en la victoria.
Dame un hijo que jamás se incline cuando deba estar erguido; un hijo que te conozca a Ti... y que se conozca a sí mismo, que es el fundamento del conocimiento.
Condúcelo, Señor, te lo ruego, no por el sendero fácil y cómodo, sino por donde le surjan dificultades y retos. Allí, déjalo aprender a mantenerse de pie en medio de la tormenta; allí, déjalo aprender a sentir compasión por los que caen.
Dame un hijo cuyo corazón sea claro, cuyas metas sean altas; un hijo que se domine a sí mismo antes de que trate de dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír, pero que nunca se olvide de llorar; un hijo que se adelante hacia el futuro, pero jamás olvide el pasado.
Y después que tenga todas esas cosas, añádele, te lo ruego, suficiente sentido del humor para que pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio. Dale humildad, para que siempre recuerde la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fortaleza. Entonces, yo, su padre, me atreveré a murmurar: "No he vivido en vano".
General Douglas A. MacArthur
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